El tango: “Un pensamiento triste que se baila”
ES DIFÍCIL DESCRIBIR el fenómeno musical y cultural llamado tango. Es música; es baile; es el reflejo de una compleja fusión cultural. Es —en las palabras de Enrique Santos Discépolo, uno de sus grandes poetas— “un pensamiento triste que se baila”.
El tango nació del mestizaje cultural que reconstituyó totalmente las sociedades del Río de la Plata a partir de las últimas décadas del siglo XIX. Dicha fusión cultural entre inmigrantes europeos, descendientes de esclavos africanos y nativos de la zona que divide Argentina y Uruguay dio origen a un género musical sugestivo y netamente urbano.
En sus comienzos, el tango fue rechazado por la clase alta y hasta prohibido por el gobierno y la Iglesia Católica por incitación a la lujuria, por lo que se bailó en los barrios pobres de los suburbios (arrabales), los prostíbulos, los puertos, las cárceles y los bodegones. En esos entornos se fueron fusionando los géneros musicales más diversos que dieron forma al tango, el cual se consolidó como género musical plenamente constituido a finales del siglo XIX.
Clásicamente, el tango se interpretaba con orquesta típica o sexteto, pero allá por el 1900 llegó a la zona del Río de la Plata en las maletas de inmigrantes alemanes el instrumento que le daría su voz tan particular y melancólica: el bandoneón.
Hacia 1920, de la mano de tangueros como el legendario cantautor Carlos Gardel, el tango triunfó en clubes nocturnos de París, Nueva York y de países latinoamericanos como Colombia y México, y pronto comenzó a bailarse en los salones populares de sus ciudades de nacimiento. Alcanzó su edad de oro a mediados de siglo, mientras grandes orquestas interpretaban en locales nocturnos de lujo y la industria discográfica argentina crecía aceleradamente. En las décadas de 1960 y 1970 surgieron corrientes tangueras renovadoras, impulsadas principalmente por el bandoneonista Ástor Piazzola, quien transformó el género y abrió la puerta a la subsiguiente fusión del tango con formas musicales como el jazz, el rock y la música electrónica.
Desde el principio, la fusión cultural del tango también se reflejó en el lenguaje particular de sus letras. La poesía tanguera es considerablemente compleja y utiliza una jerga llamada lunfardo —el habla popular del suburbio— que entremezcla palabras de los más variados orígenes y crea la pose y la sonoridad características del tango.
Pero el tango va más allá del lenguaje, la música y los giros de zapatos de mujer en un callejón oscuro. El tango es el arte de seducir. Es una expresión del alma empapada de pasión, nostalgia y melancolía. Es ese pensamiento triste que se baila bajo el lamento de un bandoneón que no deja de llorar.